Sobre Marco Noris. Ademán, paisaje

Noteinfo

Por Tere Badia — 2018 — Artículo publicado en La Rivista di Bergamo n. 96

¿Retrato el paisaje por su belleza o por la ausencia de lo humano?

¿Necesito elevarme o sólo se trata de no caer?

Cuanto más sufro la humanidad, más disfruto la naturaleza, y cuánto más transcribo lo invisible en un lenguaje común –yo, traductor del ignoto–, más en lo humano puedo ver el destello del infinito.

(Marco Noris en un invierno barrido por la tramontana del verano)

En el año 2015 la alcaldesa de un pueblo del este de la isla de Tenerife hizo pintar una raya azul en el polígono industrial que comparten tres municipios distintos. El objetivo era delimitar hasta donde llegaría la inversión de los impuestos municipales en sus tareas de conservar, mantener y limpiar estrictamente lo necesario, extrayendo quirúrgicamente de los asuntos públicos del municipio aquel espacio de no competencia que la línea marcaba mas allá de toda la lógica de lo común.

Pintar una línea para hacer política. Una frontera. Pensamos en las fronteras como el confín de algo, como el lugar donde algo termina, donde algo empieza. Por la que los cuerpos transitan entre un espacio político y otro. Entre una legalidad y otra. Un ser lugar sin ser espacio, que se construye en latitud y longitud, determinando su posición en la superficie terrestre por unas coordenadas aparentemente inocuas pero capaces de afectar, por el simple avance de un pie sobre el otro lado, al sujeto que las atraviesa. El sujeto, geo-localizado entre fronteras es, en ese no espacio, un ente político, no una habitante, al que en el hecho de traspasar esa línea, se le supone notificado su cambio de estatus: cómo migrante, refugiada, extranjera. Llegando a puerto, entrando o saliendo del orco o del edén, según la dirección.

Marco Noris ha explorado profusamente ese lugar desde muy distintas acciones: la pintura, el video, el caminar. Esta es una de las escenografías escogidas por él, en donde ocurren sus grandes temas. Fronteras, senderos, orillas, y cimas de los que registra señales, piedras, bloques y banderas en blanco, en negro, señalando algo que podría estar ahí, pero no aparece. Líneas definidas por la ausencia de espacio, significadas en su nada, convertidas en una imagen bidimensional que encubre esa desaparición eliminando de lo representado -el vacío- la tercera de las dimensiones físicas observables.

Es en ese no espacio en donde Noris deja desplegar la especulación pictórica en toda su fuerza, la ilusión en toda su potencia de la que habla Baudrillard en El complot del arte: 'Es preciso que cada imagen le quite algo a la realidad del mundo: es preciso que en cada imagen algo desaparezca, (...) es preciso que la desaparición continúe viva: ese es el secreto del arte y de la seducción.”

El carácter ilusionista de esos espacios vacíos en el trabajo de Noris funciona como apelación a los emplazamientos de la desaparición (las fosas, las cunetas, los campos de exterminio, pero también la desesperanza, la derrota, la rendición) en donde el paisaje deja de serlo para convertirse en un lugar de extinción. Pero más allá de la fuerza prestidigitadora y fuertemente seductora de sus imágenes, Noris anota, al registrar la desaparición de un pedazo de imagen del mundo, la evidencia del rastro de lo humano inscrito sobre el sistema-tierra. Es al final nuestra acción –física, política, emocional- sobre los estratos de delimitación de fronteras políticas y simbólicas, lo que crea no espacios de suspensión, en los que nunca nada es lo que había sido apenas un paso, un instante anterior. El trabajo de Noris es este: el registro del Antropoceno, en tanto que tiempo humano y político actuando sobre el paisaje.

Es en este intervalo ubicado entre lo natural y lo político en donde se sitúan los proyectos de Marco Noris. En (In)refugios, un conjunto de pinturas inspiradas por antiguo campo de concentración en Joffre de Rivesaltes, en el sur de Francia, que se abrió en los años treinta del siglo XX para alojar a los exiliados españoles. Entre retratos dolidos, individuos sin rostros, y paisajes con losas, el proyecto trabaja sobre el desarraigo y el desespero que queda una vez la tormenta de la tragedia ha tenido lugar. Un trabajo en el que la pintura es el modo de acceso a ese no lugar que ocupan los sótanos de los desterrados, y en dónde el olvido crece entre los muertos.

Lo explica el artista en el texto que acompaña a El triunfo de la derrota: “Fosas comunes, violadores apaleados, accidentes, desechos y vertederos; víctimas policiales, efigies derrumbadas, prófugos y mutantes... mi obra es un prontuario del hundimiento, un compendio de ruinas materiales y morales.” A modo de anotaciones, este proyecto es un compendio de todo aquello que tendemos a colocar en los espacios de suspensión de la historia, donde dejan de doler porque quedan desechados. Es un catálogo de temas recogidos con el objeto de extraerlos del olvido para tenerlos presentes y a mano, en caso que se puedan necesitar. Anotarlos, evocarlos, para que el horror no vuelva, parece pensar Noris, sabiendo que siempre vuelve. Esa es su metodología de trabajo aquí: decenas de apuntes al oleo en pequeño formato que componen un compendio de espectros humanos y paisajes entre los que algunos, a su vez, serán recuperados para escalarse a formatos mayores.

Pero Noris no oculta la relevancia del diálogo entre el formato grande (el texto principal ) y los apuntes en pequeño formato (las notas al pie). El despliegue expositivo que pudo verse en la exposición individual No era el sol en 2017 en la Galeria Trama de Barcelona discurría en este sentido: acompañar al visitante por un relato cuidadosamente articulado por las referencias y situarlo en el lugar desde donde el artista construye su cuerpo narrativo. Para afinar el contenido, para matizar las impresiones, para evocar vestigios y dar ocasión al discurso.

Noris usa una gramatica hipertextual. Conoce a profundidad la programación HTML (HypertextHyperText Markup Language, es decir, Lenguaje de Marcas de Hipertexto), base de toda la programación web; y que basa su filosofía de desarrollo en la idea de la referencia: para añadir un elemento externo (imagen, vídeo, entre otros.), este no se añade al código de la página, sino que se incluye una referencia, un link, a la ubicación de dicho elemento. De este modo, la página web contiene en realidad solamente texto mientras que recae en la interficie del navegador la tarea de unir todos los elementos y organizar la visualización final de la página.

Es éste el ejercicio que vimos hacer a Noris en la exposición de Trama. Y es el que encontramos en el estudio, y también en el desarrollo de su intervención en el Paratext 7 en Hangar, Barcelona, en donde esta relación entre un cuerpo central de trabajo y sus anotaciones se desplegaron como un código abierto de lectura, para acompañarnos y facilitar el acceso al contenido final. En esta acción performativa, trazó un mapa completo de (In)refugios dibujando sobre las negras paredes del espacio, su proceso de investigación y creativo.

Noris lo explica: “Opté por un formato performativo que satisficiera mis necesidades de divulgación y al mismo tiempo me permitiera crear algo que pudiera considerar como una obra en sí misma. (...) la realización en vivo de un mapa mental (...) que explicara los orígenes del proyecto, las referencias, los descubrimientos, los errores y las elecciones que tuve que tomar durante su desarrollo. El uso de diferentes elementos y lenguajes (vídeo, proyección de fotos, objetos, pinturas, dibujos, fotografías, notas, cartas, fotocopias), unidos entre ellos por flechas y textos escritos sobre la pared, me permitió trasladar un sistema de organización de contenidos hipertextual en la realidad física.”

Noris trabaja así, desde el trazado de mapas mentales que cartografían los márgenes. Como táctica, el hipertexto es su consecuencia inmediata. Y la interficie es el lugar en que cohabitan las orillas, el artilugio entre márgenes que conecta persona e historia, la acción humana con su huella en el paisaje. Una interficie que se presenta como señuelo con el que atrapar los sentidos del espectador para seducirlo, y que es al mismo tiempo una trampa abierta en la que juguetean la construcción del discurso intelectual sobre el hundimiento de lo humano y la emoción seductora del desastre. Es la victoria de la derrota lo que nos atrapa del proyecto (In)refugios, la sublimación de lo vencido, y el espectro de la ausencia que emerge de las tumbas colapsadas de la historia[1]. Y para todo ello, la elección del lenguaje pictórico es el medio que Noris considera más adecuado para “manejar lo emocional sin descuidar lo intelectual”. La familiaridad del espectador con el código visual de la pintura es la maniobra que utiliza para atraparlo, activando el engaño visual de lo representado, apelando a la proyección del sueño de lo real sobre el lienzo.

Pero el artista nos repite que la pintura no es más que una estrategia. Y como tal, susceptible de ser modificada. Y así, Noris se adentra en otros medios con los que seguir explorando en los límites. En su proyecto En Frontera, desarrollado en el verano de 2017 en el marco de una investigación sobre la producción artística contemporánea del espacio La Capella de Barcelona, Noris cartografía la linea de mojones del Pirineo. A la búsqueda de cómo se construye ese no lugar y como se habita dentro de él, Noris pasó 25 días recorriendo a pie toda la frontera hispano-francesa del municipio de Girona, pintando o anotando cada una de las mugas que dibujan el limite. Noris hace en este proyecto el proceso inverso a su trabajo anterior: esta vez no se trataba de pintar las trazas de la historia sobre lo humano, ni de lo humano sobre la naturaleza, sino de experimentar el paisaje en el cuerpo, de dejarle hacer mella en la carne. Y de contarlo.

El resultado de la travesía es de nuevo un conjunto narrativo hecho de pedazos necesarios: apuntes, textos breves, fotografías, dibujos y oleos en los que prima la disciplina (llegar a cada meta, realizar el documento diario) sobre los resultados inmediatos. No es el placer del paseante el que queda anotado, es el duelo del trabajador, el cansancio del caminante, y la impresión del observador. Y también el recorrido físico hacia los límites de cada uno de estos estados anímicos y racionales.

El proyecto toma forma final en una publicación esmerada en la que cada formato escogido y cada registro (los datos históricos y geográficos, la travesía, la descripción del y la propia reflexión sobre la naturaleza del proyecto y del arte) encuentra un lugar. Y es de nuevo en el entrelazado de esas capas narrativas que el proyecto entero cobra el sentido: caminar al fin está relacionado con contar historias.

Mientras En Frontera seguía un trazo predeterminado y un sendero previamente calculado, La Entrega, en el que ahora esta embarcado, mantiene el formato -caminar- pero cambia la pregunta inicial: no se trata ya de cartografiar las marcas de camino, sino de registrar sobre documentos preparados pero vacíos (papeles de distintos tamaños doblados a modo de mapas) el rastro del cuerpo en movimiento, del pensamiento que lo acompaña y el contexto dado durante el camino. Esta vez el reto es el documento en blanco, los mapas por hacer hacia la cima. Quizás le acompañen también las preguntas sobre la condición de la producción del trabajo artístico, del éxito y el fracaso, del sentido del mismo y de su relación con un entorno no siempre habitable. Con una sola decisión previamente tomada, la del destino final, el objetivo es la entrega de esos registros tomados durante el recorrido entre Barcelona y Farrera, uno de los pueblos mas altos del Pirineo ilerdense[2].

Marco Noris ha trabajado sobre las fronteras los refugiados, las ausencias y presencias, los desaparecidos, los espacios vacíos en el paisaje; sobre el camino, en el camino, y en el lugar entremedio en el que todo queda suspendido entre el posible triunfo y la segura derrota. Sin conformarse con los resultados encontrados, por mas efectivos que sean en su capacidad de evocación, en la calidad de trabajo manual, pictórico, documental..., Noris inicia cada proceso con una pregunta salida del proceso anterior. Sin quedarse atrapado en estilo o formatos, avanza por las prácticas del arte invitando a quien le mire a dejarse atravesar por imágenes que preguntan por la poética y por la política. Sin acorralarnos. A pesar que podría pensarse que nos lleva a lugares sin margen de maniobra, Marco Noris siempre trabaja abriendo un intersticio por el que se cuela la condición de posibilidad de que algo que haya ocurrido pueda emerger, o de que algo por ocurrir alumbre el horizonte. Para que emerjan de esa grieta los instantes más frágiles de la condición humana.


  1. Phénoménologie de la vie quotidienne, Tiqqun n.1, Francia, 1999↩︎

  2. A la finalización de este texto, 16 de septiembre de 2018, el proyecto aún no ha tenido lugar. Marco sale de Barcelona el día 26 de septiembre.↩︎

Tere Badia - 2018 - Sobre Marco Noris. ademán, paisaje
Interactive graph