# Colonia Polster, Alcalá de la Selva
## LA COLONIA POLSTER: UN LUGAR EN NUESTRA MEMORIA
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Desde hace 70 años la Colonia Polster es un referente de los veranos y de la presencia de veraneantes en la Vega. La llegada de las chicas y chicos de "La Beni" era señal de verano. Verano de descanso, contrapunto al verano de febril actividad agropecuaria de los lugareños. Un verano diferente al que tenían otros pueblos de la Sierra.
Los años hicieron evolucionar la Colonia. Perdió su carácter de residencia de verano de la Beneficencia, pero no pujanza. Pasó a ser un establecimiento de uso múltiple: para escolares de la provincia que acudían a la nieve, colectivos culturales variados (orquestas, foros, etc.).Hoy sigue siendo una institución viva.
¿Cómo nació una institución tan presente en nuestra comunidad? La historia nos la narra Don Máximo Buch, bisnieto de Bernardo Buch. Tanto él como su esposa son dos octogenarios valencianos llenos de energía y con una mente privilegiada. La narración comienza con su bisabuelo.
Bernardo vivía en Sajonia, Alemania. Era un importante fabricante de pesas y balanzas, que murió joven, al igual que su esposa, dejando a Máximo, abuelo de nuestro narrador, huérfano a los 18 años. Máximo estudió en Leipzig con Ricardo Polster, hijo de un funcionario de correos y trabaron gran amistad. Finalizado el periodo militar deciden "ver mundo". Su primera parada es Burdeos, donde entran a trabajar en una empresa de vinos; Ricardo de contable y Máximo de comercial. Tras un periodo alli prosiguen hasta [[Barcelona]]. Máximo se emplea en una fábrica textil y Ricardo en una empresa de exportación de pieles. Ahorran un pequeño capital e inquietos como eran deciden dar el salto a empresarios. [[Barcelona]], en la década de 1880, era ya una zona industriosa, así que se plantean buscar un lugar con menos competencia.
Piensan en Valencia, una tierra mucho más agraria, pero con población y pujanza.
En 1885 llegan a Valencia. Se instalan en la C/ Del Puerto (hoy Cirilo Amorós, cerca del Puente de La Mar) y ponen en marcha un almacén de compra y exportación de pieles. El negocio fue muy bien, pero era de alto riesgo comercial, compra a contado y venta a crédito, si no se disponia de abundantes fondos propios. Deciden replantearse el negocio. Una actividad con menos riesgos de crédito. Su decisión les lleva a hacerse fabricantes (seguramente en ello también tuvo que ver su mentalidad prusiana) y montan una fábrica de cepillos. El entorno facilita la elección. La madera, el trabajo sobre ésta y los residuos que el mismo genera, los rodea. En la Huerta abundan las empresas y talleres de muebles. Y, por otra parte, el pelo es un derivado de la peletería, actividad que conocian bien.
Comienza la aventura industrial de los dos amigos y socios. Primero artesanal: las cerdas se incrustan manualmente en los alveolos de la madera. Pero pronto adquieren una máquina, que importan, para automatizar el proceso (1904). Su éxito y prestigio fue rápido. En 1895, 10 años después de llegar en Valencia, el káiser nombra cónsul de Alemania a D. Máximo Buch.
Vivian en Valencia, pero seguían vinculados a Alemania. Acudian a ella cada año en busca de sus veranos frescos, sus bosques y campos verdes. Uno de aquellos veranos, el de 1914, al llegar a Francia perciben el inminente estallido de la guerra y deciden permanecer en España.
Pero Ricardo añora el frescor y el paisaje. Esta añoranza le lleva a la Virgen de la Vega, el territorio boscoso y fresco más cercano a Valencia, a pesar de que el viaje habia que hacerlo en caballería o diligencia. Un lugar en el que existía una incipiente colonia de veraneantes.
Especialmente dueños de masias. Ricardo se instala ese verano en una casa que habia en los terrenos de la actual colonia Polster. El matrimonio de Vicente y Concha, habitantes del lugar, lo atienden.
Adquirió la propiedad, conservando al matrimonio de caseros, y durante los veranos de la Gran Guerra fue "veraneante" de la Vega. Mientras, la familia de ambos, Ricardo y Máximo, permanecia en Alemania.
Tras la contienda las familias de Ricardo y Máximo se reencuentran en España. Pocos años después fallece la hija de Ricardo, quedando éste muy afectado. Y muy pronto, también, fallece su esposa. Ricardo ha seguido acudiendo a la Vega y tras estos sucesos su presencia en la Vega se hace más larga. De los dos meses de veraneo habituales pasa a estar hasta tres meses. Con él siguen Vicente y Concha, que no sólo lo acompañan en la Vega si no que lo siguen durante el resto del año a Valencia. Ricardo Polster falleció en Valencia en 1944, pasando su último verano en la Vega en la Fonda de Miguel, "El Cocinero", actual Hotel Esther. Dejó como albacea testamentario a Máximo Buch, abuelo de nuestro narrador, y como herederos nombró a Vicente y a Concha, sus compañeros de tantos años, excepto la propiedad de La Vega. Vicente y Concha, como muchos otros turolenses, montaron un comercio en Valencia.
Ricardo Polster estableció en su testamento que la propiedad de Alcalá debia ser donada a una institución para uso de niñas huérfanas, homenaje y memoria a su hija. Y que sus abetos, traidos por él desde Alemania, plantados junto a la casa, se conservasen siempre.
Máximo como albacea y amigo trató de cumplir su voluntad. Buscó una institución que estuviese dispuesta a cumplir sus voluntades. Fue laborioso. Finalmente la Diputación aceptó la herencia, afectándola a los huérfanos del Hogar "Comandante Aguado": La Beneficencia. La Diputación amplió la vivienda para dar cabida a los muchos niños entonces acogidos en el hospicio. Huéspedes veraniegos de la Colonia Polster durante varias generaciones.
Los Buch no quedaron ajenos a la Vega. Los padres de nuestro narrador estuvieron de novios en la Vega, invitados en casa de Ricardo. Durante la guerra civil toda la familia regresó a Alemania. Y tras ésta, de nuevo a España. En el 43 volvieron a La Vega. Máximo y su familia subieron al Peñarroya y su nieto recuerda que contaba sobre la gran cantidad de restos de metralla, bombas y trincheras que alli había.
Nuestro narrador y su familia comenzaron a subir a La Vega en 1962, con una hija recién nacida, y recuerda como la estancia mejoró radicalmente su salud y desarrollo. A partir de aqui subían cada verano a la Fonda La Vega, con D. Luis y la Sra Vicenta. Recuerda con agrado las excursiones a los 12 apóstoles; a los caños; las visitas a la "montaña de los fósiles". Al morir D, Luís estuvieron unos años subiendo al Pirineo. Ahora de nuevo han vuelto. Recuerdan con añoranza aquellos tiempos de veraneo, pero mantienen el apego por nuestra tierra.
Nuestra gratitud a Máximo Buch, empresario y político valenciano, por habernos facilitado el acceso a sus padres, encantadores y pacientes.
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