# Heráclito, por Jorge Luis Borges Heráclito camina por la tarde De Éfeso. La tarde lo ha dejado, Sin que su voluntad lo decidiera, En la margen de un [[../../Themarium/El río/El río|río]] silencioso Cuyo [[../../Fragmentarium/Destino|destino]] y cuyo nombre ignora. Hay un Jano de piedra y unos álamos Se mira en el espejo fugitivo Y descubre y trabaja la sentencia Que las generaciones de los hombres No dejarán caer. Su voz declara: Nadie baja dos veces a las aguas Del mismo [[../../Themarium/El río/El río|río]]. Se detiene. Siente Con el asombro de un horror sagrado Que él también es un [[../../Themarium/El río/El río|río]] y una fuga. Quiere recuperar esa mañana Y su noche y la víspera. No puede. Repite la sentencia. La ve impresa En futuros y claros caracteres En una de las páginas de Burnet. Heráclito no sabe griego. Jano, Dios de las puertas, es un dios latino. Heráclito no tiene ayer ni ahora. Es un mero artificio que ha soñado Un hombre gris a orillas del Red Cedar, Un hombre que entreteje endecasílabos Para no pensar tanto en Buenos Aires Y en los rostros queridos. Uno falta. [“Somos el río”: Borges y Heráclito](https://arena-attachments.s3.amazonaws.com/20510617/2fadc2aa26f6abf609e63cb360c24272.pdf?1677077086)